Hablar de la quijada de burro es entrar a un universo sonoro donde la tradición late en cada golpe. Este instrumento, emblemático de la cultura afroperuana, vibra con ritmos de festejo y landó, y conecta comunidades costeras que celebran la memoria, la resistencia y la alegría compartida.

¿Qué es la quijada de burro?

La quijada de burro es un idiófono hecho con la mandíbula seca de un burro, cuyos dientes flojos producen un traqueteo característico. Se percute, se raspa o se agita, generando timbres brillantes y graves secos que aportan color, pulso y acentos a ensambles costeños afroperuanos.

En el contexto peruano aparece junto al cajón y la cajita, marcando contratiempos, llamadas y respuestas. Su presencia es inseparable de jaranas, peñas y espectáculos donde las danzas afroperuanas toman protagonismo. Más que acompañar, dialoga con la voz y la guitarra, envolviendo la escena con un brillo percusivo.

Para entender su alcance, conviene ubicarla en situaciones concretas de práctica musical y social. A continuación se listan contextos frecuentes donde la quijada aporta textura, energía y comunicación con el público, evidenciando su carácter versátil dentro del conjunto y su vínculo con el baile y la celebración.

  • Festejo y landó en peñas y escenarios.
  • Jarana criolla costeña como color rítmico.
  • Procesiones locales y celebraciones patronales en la costa.
  • Talleres y escuelas de música afroperuana.
  • Grabaciones contemporáneas de música fusión y world.

Origen e historia

Su origen se relaciona con la creatividad de comunidades afrodescendientes en la costa peruana, que transformaron materiales disponibles en instrumentos expresivos. En tiempos de escasez y restricciones, la mandíbula del burro se volvió una caja de resonancias simbólicas, heredera de prácticas africanas de raspadores e idiófonos de sacudimiento.

Con el tiempo, la quijada consolidó un lugar distintivo en zonas como Chincha, El Carmen, Cañete y Lima, donde cohabitan tradiciones afroperuanas y criollas. Allí, su timbre chispeante acompaña festividades barriales y escenarios profesionales, convirtiéndose en emblema de identidad, memoria compartida y pedagogía musical para nuevas generaciones.

En el habla cotidiana puede llamarse simplemente quijada o “quijada de burro”. Aunque existen raspadores metálicos y de madera, la pieza ósea conserva un prestigio particular por su proyección acústica, su estética rústica y el relato histórico que lleva inscrito en cada marca, fisura y diente vibrante.

Construcción y materiales

Para fabricar una quijada de burro se selecciona una mandíbula robusta y completa, con la mayoría de piezas dentales. La materia prima se limpia y se deja secar hasta que los dientes queden sueltos dentro de sus alveolos, condición esencial para lograr el característico cascabeleo al ser golpeada o sacudida.

Algunos artesanos protegen la superficie con aceite natural o cera de abejas, evitando humedad excesiva. Se añade una cuerda o asa para manipularla, y un palillo de madera como baqueta. Cada pieza suena distinta: influyen tamaño, grosor del hueso, cantidad de dientes y nivel de secado.

A grandes rasgos, el proceso artesanal contempla etapas sencillas pero cuidadosas, que combinan higiene, paciencia y oído atento. Los pasos siguientes resumen una práctica extendida entre constructores tradicionales, sabiendo que cada taller puede ajustar tiempos y detalles según el clima, disponibilidad de materiales y experiencia acumulada:

  1. Limpieza y desinfección del hueso; retiro de tejidos.
  2. Secado prolongado al sol o sombra ventilada hasta aflojar dientes.
  3. Lijado suave de aristas y sellado ligero si se desea.
  4. Colocación de asa o cordel y selección de baqueta.
  5. Afinación práctica: probar golpes, raspados y sacudidas.

Cómo se toca

La técnica combina golpes con la palma o la baqueta en el costado de la mandíbula, raspados sobre los dientes y sacudidas controladas. El ejecutante alterna patrones cortos, apagados con mano libre y acentos de llamada, construyendo diálogos con el cajón y guiando transiciones del coro y el baile.

En ensamble, la quijada realza contratiempos, marca codas y refuerza silencios expresivos. Puede sostener un pulso constante o intervenir como color ocasional, según el arreglo. Su sonido es penetrante pero cálido, por lo que conviene equilibrarlo en conjunto, escuchando a cantantes, guitarras y percusiones para no saturar.

Para quienes se inician, algunos consejos prácticos ayudan a aprovechar su expresividad sin forzar el instrumento. La clave está en la dinámica y el control del rebote dental, además de una postura relajada que permita sostener la quijada con seguridad y proyectar el sonido hacia el público. Consejos básicos para ejecutar este instrumento:

  • Practicar patrones básicos de contra-tiempo antes de adornar.
  • Variar articulaciones: seco, abierto, arrastre y tremolo leve.
  • Coordinar llamadas con el cajón para entradas del coro.
  • Usar micrófono a distancia moderada para evitar ruidos excesivos.
  • Escuchar grabaciones de referentes afroperuanos para aprender fraseo.

Cuidado y preservación

Como pieza orgánica, requiere cuidados. Mantenerla en ambiente seco y ventilado evita hongos y fisuras. No conviene exponerla a sol directo por horas ni a humedad intensa. Un paño suave retira polvo; la cera ligera puede sellar poros, siempre probando en zonas poco visibles primero.

El almacenamiento ideal incluye una funda de tela transpirable y separación de otras percusiones. Al manipular, sostener por el extremo más grueso reduce estrés en los dientes. Si alguno se suelta, el timbre cambia de modo irreversible; por eso se recomienda prevención y transporte en estuche acolchado.

Preguntas frecuentes

¿La quijada de burro solo se usa en el festejo?

No exclusivamente. Aunque brilla en el festejo, también destaca en landó y en jaranas criollas costeñas. Según el grupo, puede entrar en zamacueca o piezas de fusión. Su función varía: sostener contratiempos, lanzar llamadas, colorear silencios o subrayar transiciones entre estribillos, solos y coros.

¿Cómo se amplifica en escenario sin perder su carácter?

Funciona bien con micrófono de condensador a distancia moderada, apuntando entre dientes y cuerpo del hueso. Evita colocarlo excesivamente cerca para no capturar ruidos ásperos. Un filtro antipop y ecualización suave realzan medios-agudos, manteniendo ataque y resonancia sin exagerar frecuencias estridentes ni ruidos de manejo.

¿Se pueden usar otras mandíbulas además de la de burro?

Algunos músicos experimentan con mandíbulas de cabra o res, pero la de burro ofrece un equilibrio muy apreciado entre tamaño, peso y respuesta. Cada especie aporta timbres y volúmenes distintos. En cualquier caso, debe respetarse el tratamiento sanitario y el secado riguroso para garantizar seguridad y sonido.

Síntesis

La quijada de burro no es solo un objeto sonoro: es relato vivo de resiliencia y fiesta. En sus vibraciones se encuentra un puente entre pasado y presente, que convoca a compartir, aprender y celebrar. Escucharla es escuchar una comunidad que late a compás.