La danza de las tijeras es una de las expresiones más deslumbrantes de los Andes peruanos, donde música, destreza y espiritualidad dialogan en escena. Sus movimientos vertiginosos, el tintinear metálico y el colorido del traje narran historias comunitarias, de resistencia y alegría, que siguen vibrando hasta hoy.

Origen e historia

Su origen se remonta a antiguas prácticas rituales de las regiones de Ayacucho, Huancavelica y Apurímac, vinculadas a la agricultura, la minería y el calendario festivo andino. Con el tiempo, la danza se integró a celebraciones católicas, sosteniendo un intenso sincretismo que preserva códigos, símbolos y memorias locales.

Durante siglos, maestros danzak (danzaq) transmitieron repertorios de pasos, pruebas y cantos, adaptándolos a cada comunidad. Esta continuidad permitió que la danza de las tijeras conviviera con cambios sociales y migraciones, llevando su energía desde los pueblos serranos hacia ciudades, fiestas patronales y escenarios culturales dentro y fuera del país.

Significado y cosmovisión

La danza expresa la cosmovisión andina, donde lo humano dialoga con la naturaleza y las fuerzas tutelares, los apus. Los números, direcciones y secuencias poseen sentido ritual. Cada prueba pública reafirma el vínculo con la comunidad, la destreza del danzak y la armonía buscada con la Pachamama.

En la colonia surgieron relatos de pacto con el diablo, interpretaciones externas ante habilidades extremas y ritmos hipnóticos. Hoy se entiende como metáfora del dominio del riesgo: no invoca maldad, exalta el autocontrol, la disciplina y la osadía que sostienen pruebas de gran exigencia física y estética.

Vestimenta, música y elementos

El traje luce bordados brillantes, pañuelos, sombrero y cascabeles que acompañan cada paso. Los músicos, con arpa y violín, sostienen melodías ágiles y variaciones repetitivas que elevan la tensión. El danzak porta dos láminas metálicas, las tijeras, cuyo choque rítmico marca acentos, cortes y desafiantes silencios.

El sonido metálico no solo acompaña: conversa con el cuerpo, desata respuestas del público y orienta a los músicos. Vestuario e instrumentos codifican jerarquías, estilos regionales y trayectorias de cada bailarín, visibles en detalles de color, bordado, tamaño de las tijeras y forma de ejecutarlas.

Para comprender mejor sus componentes, conviene identificar elementos básicos que se repiten, con variantes locales. Esta guía orienta la mirada del visitante y del aprendiz, resaltando lo esencial que sostiene la estética, el ritmo y la teatralidad de la danza, dentro y fuera de la fiesta.

  • Tijeras: pares de láminas metálicas que chasquean con precisión y marcan el pulso corporal.
  • Música: arpa y violín sostienen melodías, variaciones y silencios que tensan el desafío.
  • Traje: bordados y brillos que comunican estilo, procedencia y trayectoria del danzak.
  • Sombrero y pañuelos: señalan cortes, saludos y momentos de alta teatralidad frente al público.
  • Cascabeles: refuerzan el ritmo y amplifican la presencia escénica en movimiento.

Técnica y desafíos

El repertorio combina zapateo veloz, giros, equilibrios, saltos y posturas acrobáticas. Las manos alternan el chasquido de las tijeras mientras el cuerpo crea diagonales y contratiempos. La respiración se entrena como instrumento rítmico para sostener secuencias largas y precisas, sin perder musicalidad ni comunicación con el público.

En los atipanakuy, o duelos públicos, dos danzak muestran su capacidad con pruebas progresivas: equilibrio sobre objetos, saltos bajos cercanos al suelo, resistencia prolongada y secuencias imprevisibles. No se trata solo de competir; se valora el temple, la elegancia y el diálogo con músicos, autoridades y espectadores presentes.

Territorio, comunidades y festividades

La práctica está viva en comunidades rurales y urbes andinas. Cada zona resalta acentos propios en música, vestuario y dificultad. En fiestas patronales, carnavales y celebraciones agrícolas, la danza acompaña procesiones, pagos simbólicos y encuentros comunales, fortaleciendo identidades, afectos y redes de colaboración entre generaciones.

Los músicos son portadores de memoria tanto como los bailarines. Familias completas participan en la logística del traje, ensayos y traslados. Maestros reconocidos tutelan a jóvenes, quienes aprenden respeto por el territorio, los anfitriones y los códigos de comportamiento, antes de afrontar escenarios de mayor exigencia y visibilidad.

Aprendizaje y transmisión

El aprendizaje combina disciplina corporal y formación ética. Se inicia con pasos básicos, cuidado de las tijeras y escucha de melodías tradicionales. Luego se avanza a secuencias complejas y pruebas ceremoniales. Muchas veces el proceso incluye ofrendas y pedidos de permiso, reafirmando la relación con territorio y ancestros.

En tiempos recientes, talleres comunitarios y escuelas artísticas han ampliado el acceso, cuidando no vaciar la práctica de su sentido. La transmisión sigue priorizando la guía de maestros, la experiencia en fiestas y el conocimiento del contexto social, indispensables para comprender la responsabilidad cultural que implica cada presentación.

Presente y proyección

Reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, la danza de las tijeras inspira orgullo y atrae nuevas audiencias. Su presencia se expande en festivales, escuelas y circuitos turísticos. Los portadores dialogan con escenarios urbanos sin perder raíz, defendiendo la autorrepresentación y la justa retribución a comunidades.

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Creadores contemporáneos experimentan con formatos, iluminación y dramaturgias, manteniendo el pulso del violín y el arpa. Iniciativas de salvaguardia promueven documentación, transmisión intergeneracional y respeto a su contexto ritual. Así, la danza sigue reinventándose, sin escindir el espectáculo del tejido social que le da sentido.

Preguntas frecuentes

¿Qué es la danza de las tijeras?

Es una expresión escénica andina que combina música de arpa y violín, zapateo vertiginoso y el chasquido rítmico de dos láminas metálicas, las tijeras. Nació en regiones del sur andino peruano y se interpreta en fiestas comunitarias, duelos públicos y escenarios culturales, con fuerte dimensión ritual y simbólica.

¿Cuál es el significado de la danza de las tijeras?

Expresa la cosmovisión andina, el equilibrio entre personas, territorio y fuerzas tutelares. Cada secuencia afirma valentía, autocontrol y respeto a la comunidad. En muchas fiestas su ejecución se entiende como ofrenda y diálogo con la Pachamama, celebrando la vida, la reciprocidad y la continuidad de conocimientos ancestrales.

¿Cuál es el origen de la danza?

Se nutre de prácticas rituales prehispánicas vinculadas al trabajo agrícola y minero en Ayacucho, Huancavelica y Apurímac. Durante la colonia y la República se integró a fiestas católicas, consolidando un sincretismo que conservó códigos locales mientras dialogaba con nuevas formas de organización social y circulación cultural.

¿Qué significa pacto con el diablo en la danza de las tijeras?

Es una lectura histórica que buscó explicar su virtuosismo con categorías morales coloniales. Hoy se interpreta como metáfora del riesgo y del autocontrol del danzak: no implica culto maligno, sino disciplina extraordinaria, dominio del cuerpo y respeto por reglas rituales transmitidas por la comunidad.

¿Qué emociones transmite la danza de las tijeras?

Transmite euforia, orgullo, gratitud y, a la vez, serenidad interior. El público siente asombro ante el riesgo impecablemente controlado; los músicos sostienen la tensión y el danzak proyecta concentración y gozo. Juntas, estas emociones fortalecen la cohesión social y el sentido de pertenencia durante la celebración.

Síntesis

​Acercarse a la danza de las tijeras es entrar en un universo donde la técnica conmueve porque está cargada de historia, comunidad y espiritualidad. Verla, aprenderla o investigarla implica escuchar a sus portadores. Solo así la admiración se transforma en vínculo respetuoso y en memoria compartida.

Créditos imagen: Promperú